
Borges y Japón: Escritor eterno en su poesía efímera
Un artículo de:
Felipe Murakami
Hoy, 24 de agosto se cumplen 111 años del nacimiento de Jorge Luis Borges, quien, hace 31 años, visitó Japón por primera vez. Fascinado por Nara, ciudad que supo ser la capital del archipiélago, la incluyó en una de sus poesías, y escribió, además, "Diecisiete haiku". Es justamente en esa forma poética nipona en donde el autor sintió ese instante simultáneo en donde objeto y sujeto se disuelven, se vuelven totales, único.
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Sincero con sus sueños y con su imaginación, Jorge Luis Borges quiso y supo ser un "buen soñador"; Viajar a Japón fue "un sueño durante varios años", y, una vez concretado, dijo: "Pienso que la experiencia en Japón es adecuada para que la vuelque en poemas". (Revista Yu, 10 de febrero de 1980, N° 1011.)
"¿Qué será del caminante fatigado?" es un poema del escritor de quien este 24 de agosto se cumplen 111 años de su nacimiento, que se publicó en el diario Clarín el 10 de marzo de 1980, y en donde se pregunta "¿En cuál de mis ciudades moriré?". Cinco son los lugares elegidos, de los cuales, además de Buenos Aires y Ginebra, Montevideo y Austin (Texas), figura Nara, antigua capital japonesa (710-784).
Ciego, y ayudado por su bastón, Borges visitó el país oriental por primera vez en 1979, entre noviembre y diciembre, y Nara -según ha dicho-, fue la que más lo impresionó. Parte de esa experiencia ha quedado "inmortalizada" en "¿Qué será del caminante fatigado", en donde el escritor se pregunta, casi retóricamente, sobre el lugar de su muerte:
"¿En Nara, donde en una hostería japonesa dormí en el suelo y soñé con el terrible Buda, que yo había tocado y no visto, pero que vi en el sueño?".
Japón como recurso, y la palabra, la poesía, la Literatura, como medio, le sirvieron a Borges para reflexionar sobre una de sus obsesiones: el tiempo, y, a partir de él, la eternidad y la identidad. Para el autor de El Aleph, nuestra sustancia es el tiempo; estamos hechos de tiempo, porque, lo que importa, es nuestra memoria y aquello que imaginamos con ella; lo que importa es un momento, "el momento en que el hombre sabe para siempre quién es"; ese instante en que el hombre toma conciencia de su identidad; ese instante, en suma, en que nos reconocemos mortales.
El orden, la sucesión o el tiempo, era para Borges algo que no podemos borrar, aunque sospechaba que se podía estar por fuera de él, y eso es la eternidad, la cual está íntimamente ligada a la inmortalidad, aunque fuese inconcebible, aunque fuese una mera ambición del hombre. Su hipótesis era que existe un instante en el que converge todo el pasado, todos nuestros ayeres y todo el porvenir de todos los seres conscientes.
En una conferencia de hace tres años, María Kodama señaló que el escritor sintió, en el haiku más conocido de Matsuo Basho, "El viejo estanque/ salta una rana/ ruido del agua"., lo eterno; lo sintió en esa breve escena, en ese momento con contrastes de imágenes (silencio, quietud, movimiento y río), en ese instante simultáneo en donde objeto y sujeto se disuelven, se vuelven totales, único. Eso lo llevó a escribir Diecisiete haiku, con fecha de 1981. El último de ellos, dice: "La vieja mano/ sigue trazando versos/ para el olvido".
Borges pareciera recordarnos que la fatigada mano del hombre, esperanzada, traza palabras (algo sucesivo), una y otra vez, que serán olvidados por la memoria (hecha de olvido), porque somos mortales, pero, simultáneamente, el poeta, que muchas veces juega a ser un Creador, también nos recuerda que las palabras están ahí, y que el razonar y el sentir no es patrimonio de uno solo o de unos pocos, sino de toda la humanidad.
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Diecisiete haiku -
1
Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.
2
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.
3
¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?
4
Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento.
5
Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.
6
Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte.
7
Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero.
8
En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.
9
La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño.
10
El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas.
11
Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.
12
Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.
13
Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.
14
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
15
La luna nueva
ella también la mira
desde otro puerto.
16
Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.
17
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.
Borges, J L. (1981 a) Diecisiete haiku , Buenos Aires: EMECÉ.
___ (1981 b) Diecisiete haiku [en línea], Madrid: ALIANZA EDITORIAL, Col. Alianza Tres, 159.